jueves, 20 de diciembre de 2012

Octavio Narrador 3




 del libro Cuentos de Negros

Pasa

El Dani no está... –susurró apenas.
Y su voz sonó tan mullida que me pregunté de dónde salía, en realidad me pareció que sus labios ni siquiera se habían movido. La señora había entreabierto la puerta apenas hasta el ancho de sus hombros y casi parecía que sonreía.
No estaba el Dani. El caso es que una vez aclarado eso no me quedaba sino despedirme. Pero no podía irme, al menos no hasta que ella acabara de mirarme de arriba abajo, que es precisamente lo que estaba haciendo con toda su parsimonia.
–Va a demorar... dijo.
Y de algún modo eso pareció resonar directo en mi cabeza o sería que mis oídos no funcionaban. Me quedé mirando impensadamente hacia adentro: a la luz suave de una lámpara el piso de la salita se veía de un encerado pulcro, rojo, reluciente. Ella no se movió pero abrió la puerta imperceptiblemente. Qué curioso, nunca se me hubiera ocurrido que eso podría producirme un efecto absorbente, casi de vértigo. Como por reflejo retrocedí.
Yo le he dado permiso...
Debo haber bajado un escalón y desde allí su falda ya no se veía tan ajustada en la cintura, o sería la luz del farolito que le hacía sombra enantes, porque viéndolo bien sus pechos también estaban bastante en su sitio.
Le has traído chistes...
Me estaba mirando ahora, fijamente. Una chola blanquísima de pelo largo... no sé por qué pero yo estaba cada vez más incómodo. Las palabras me llegaban lentas, separadas, como burbujas bajo el agua, aunque esta vez sí la vi mover los labios.
¿Y... no se cansan de leer historietas? El Dani en fin, pero… tú ya eres grande.
Recién noté que yo era ligeramente más alto que ella. No se me ocurría qué contestar, yo le había ido a dejar los chistes al Dani...   Superman, Cuentos de brujas, pero sobre todo esos que nadie conseguía: Peneca, Mysterix. Bueno, más bien yo le había prestado a la Soledad y ella me había dado estos. “Le das al Dani –me dijo–, pero anda a la hora que no está su papá que es policía; hay ratos que el señor ni para en la casa. Es uno flaco, altazo, que me da miedo, usa pistola, ¿has visto? Y tiene un palo así como de cuero; bien serio es, parece malo, mejor anda tú y devuélvele. Y no te olvides, me emprestas los que él te preste”.
Déjamelos nomás... –otra vez sus palabras deslizándose, sin sonido–, creo que adentro hay más, si quieres me fijo. ¿No pasas...?
No estaba el señor, claro... con razón el Dani se había salido, qué bueno que su mamá al menos sí le da permiso, debe haberse ido a jugar lejos seguro, porque no lo veo por acá. A su papá no le gusta que salga pero para nada. Dice que el otro día que llegó del trabajo y lo encontró afuera, a correazos lo llevó por toda la calle hasta que entró a su casa, de alma le dio sin importarle, delante de todos, estaba como loco. ¿Por qué querrá que el Dani esté todo el tiempo adentro de la casa?
Ve
Hablaba como al descuido, casi en broma, sin embargo su mirada era más bien fija, mejor dicho totalmente incisiva. Yo, definitivamente… parece que cuando uno no sabe qué decir lo único que atina es a sonreír.
Bueno, ya... está bien... Le daré al Dani, pues. Chau, pues... Ven cuando quieras...
Apagó el farolito del porche pero no cerró su puerta, se quedó allí, mirándome. A la contraluz del resplandor interior de la salita más bien parecía una pintura. Disimulé torpemente una inexplicable necesidad de correr mientras mis pies se negaban a avanzar; a cada paso por alejarme pesaban más. Cuando llegué al portón del callejoncito aún seguía ahí.
Por años he vuelto a ver su figura, muchas veces, parada allí, sonriéndome. A lo lejos recuerdo y creo que aunque me hubiera dado cuenta, de todos modos no me gustaba.
Pero igual, ¡qué cojudo! 

El libro Cuentos de Negros se encuentra en 

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Octavio Narrador 4



Un violín para el Danzaq

Un violín para el Danzaq es una publicación colectiva.
Contiene  39 cuentos producidos en reuniones semanales dentro del taller de narrativa de Cronwell Jara Jiménez.
Luego de varios talleres durante todo el año 2011, un grupo de seis decidimos  publicar.
Convinimos en que la mejor manera era presentar nuestros trabajos tal como fueron creados, es decir, cada cuento, acompañado del párrafo o frase que lo motivó.  
La presentación tuvo lugar el  martes 11 de diciembre del 2012, a las 7 de la noche, en el Conference Hall del piso diez de la Biblioteca del Instituto Cultural Peruano Norteamericano de Miraflores en Lima, Perú.
Los comentarios estuvieron a cargo del propio director del taller y del narrador Pedro Ugarte.
Las Autoras Catalina Bustamante, Cecilia Granadino, Carmen Guizado y Prísea Vílchez encargaron a sus compañeros Leonor Zaa y Octavio Santa Cruz que habláramos a nombre de los seis talleristas.
Adjunto aquí la reseña que hice y uno de mis cuentos.

Reseña:

En primer lugar agradezco a esta casa que nos acoge, el Instituto Cultural Peruano Norteamericano.
Siendo ésta una presentación uno podría prodigarse echando flores, procuraré no excederme.
Vengo en cumplimiento de un encargo: Se nos encomendó disponer 5minutos para reseñar acerca del taller. Y es lo que haré.
El taller es una exploración. En cada reunión hay una pequeña meta, cumplirla a cabalidad depende de cada uno. Cada participante puede completar un cuento en cada sesión. Uno puede solo iniciarlo y dejarlo allí indefinídamente, o continuar trabajándolo toda la semana. Después, aún se podría revisar y pulir.  Corregirse y dejarse corregir, más allá de lo formal y lo estocástico, es una etapa superior, que compromete apegos y actitudes personales. Hasta esas puertas llegamos.
 Me referiré a estos meses trabajados en el taller,  y aunque… “En lo que Juan dice de Pedro hay más de Juan que de Pedro” comentaré como he visto el trabajo de sus integrantes.
……………….
En orden alfabético, a quien comparte su vida conmigo hace años. 
Catalina Bustamante, gusta de captar al lector desde la primera frase, y a veces en su acuciosidad por lograr la pertinencia me parece entrever la marca de su ejercicio profesional, como abogado.
Habiéndose expresado por años como Poeta, tiene sin embargo la gentileza de no poblar en exceso de imágenes sus historias, así en cada cuento suyo hay como un invitarnos casi con sencillez a acompañarla en el tránsito por lo que a veces son sus memorias del Ande.
Cecilia Granadino, difícil guardar distancia para referirme a la amiga de nuestros años mozos en el Teatro Universitario, eran sus inicios como actriz, luego la supe vinculada a las artes andinas, la tradición oral y con obra publicada. Me acabo de enterar que su quehacer en San marcos fue en el campo de la Literatura.  A caballo entre la ligereza y la deliberación,  Cecilia ha dicho que considera al taller como algo para compartir, como algo que le enseñó a a crecer juntos  y en esas palabras veo aún a la muchachita que en los 70 esperaba del arte algo más que logros estéticos. Gracias por seguir siendo así. No te olvides. 
Con Carmen Guizado, en cambio, su dedicación me impone el deseo respetuoso de no perturbar su labor. Cuando me siento a su lado,  siento que su ejemplo basta para exigirme, también yo, trabajar en serio.
Su  desarrollo resulta siempre una historia nueva, grata. Poeta y narradora, ésta maestra que me honra con su amistad, ingresa a cada reunión como quien da comienzo a una aventura literaria en la cual todos aprendemos algo de los otros.
Prisea Vilchez periodista de profesión escoge adecuadamente el germen que luego trabaja con la soltura del ejercicio de la  Comunicación, con sobriedad y con economía de medios. Su flujo discursivo pausado nos sorprende a la vuelta de un recodo,  cortando nuestro aliento cuando menos lo esperamos.  
Prisea, que trabaja fuerte en su vida, valora “cómo en nuestro taller pudimos sacar tiempo hasta para teorizar y analizar trabajos de otros autores”. Ella ve el taller como  una experiencia enriquecedora. Y así va perfilando su propio estilo y su técnica en forma natural.
Octavio Santa Cruz.  Como Diseñador gráfico o como Guitarrista, he tenido momentos más dinámicos que hoy como  Profesor en la Universidad de San Marcos.
No acostumbro producir narrativa y de hecho nunca creí en la inspiración per sé.
Pero una vez leí acerca de la parábola de los talentos. El artista comentaba que al nacer cada quien porta sus potencialidades, a partir de lo cual, en algunos aspectos el vivir conlleva  la responsabilidad de cultivar esa semilla. Por eso vine al taller de narrativa (para no negarme posibilidades), y también por haber visto en mi familia personas que rehusaron desarrollar la artesanía de sus otras capacidades. En su memoria…
……….
Cuento:

Detonador:
Al abrir la puerta, el perro chusco y malcomido, me quedó mirando, no sé si con lástima por él o por mí. Como diciendo: Hallé mi dueño. Eres tú. No me dejes. Yo te he elegido.


EL AMIGO INESPERADO

Al abrir la puerta, el perro chusco y malcomido, me quedó mirando, no sé si con lástima por él o por mí. Como diciendo: Hallé mi dueño. Eres tú. No me dejes. Yo te he elegido. De modo que entré para tomar una galletita de la mesa del comedor. El perro me siguió moviendo la cola y se engulló la galleta de un bocado.
Iba a tapar el recipiente pero unos quejiditos de desaprobación me decidieron a darle otra galleta, y otra. Le habrá gustado, me dije, y continué.
Cuando se acabaron las biscotelas, los turrones y las empanaditas empezó un solo de aullidos tan fuertes que temí por los vecinos.  “Está prohibido tener animales en el edificio. —le dije— Así es que te callas. Y por cierto, te vas.”, anuncié dirigiéndome hacia la puerta, pero sólo avancé unos pasos. El gruñido era realmente amenazador y no había duda, venía justo de esos enormes dientes apretados que ahora estaban junto a mi pantorrilla. A partir de ese momento no se me despegó. En varios días acabó con el refrigerador, la despensa y todas las provisiones del congelador. Para cuando tuve que salir al supermercado unas semanas más tarde, ya estaba tan gordo que tuve que llevarlo en un coche de bebé. Al mes siguiente, el carrito colapsó, los muelles y resortes reventaron por el peso.
He estado intentando llamar por teléfono y pedir una pizza, o unos pollos, o lo que sea; pero parece que le ha agarrado recelo al teléfono, cada vez que estiro la mano enseña los dientes.
Hace ya varios días de esto y aún no he podido llamar al  delívery. Me pregunto por qué me estará mirando ahora tan fijamente…